Las palabras comunican ideas y las ideas dan forma a las realidades. Por ello, seguramente estará de acuerdo con la importancia de elegir cuidadosamente las palabras que utilizamos.
Si usted tiene alguna relación con el mundo de la educación o la capacitación, reconocerá que uno de los términos más “sexy” o mayor tendencia en los últimos tiempos es el de la “transformación digital”
Es el anhelo de toda organización que participa en la formación de personas el subirse al tren de la “transformación digital”. Esto es especialmente cierto para las instituciones de educación superior y las grandes empresas.
Si esta es una tendencia mundial, una verdad y anhelo compartido por muchos, ¿por qué abogo por un NO a la transformación digital? ¿Acaso soy un fanático anti-progreso y anti-tecnología? No, todo lo contrario.
He dedicado cuatro décadas de mi vida profesional a explorar diferentes maneras de cultivar el aprendizaje en las personas. Me he apoyado en la tecnología y en el pensamiento sistémico para lograr tener impacto. Como suelo relatar, mi misión profesional se sintetiza en tres aspectos: 1) Capturar la experticia de las personas, 2) transformar esa experticia (saber hacer) en experiencias de aprendizaje, para 3) finalmente lograr instalar nuevas capacidades en las personas. Esta última es mi métrica de éxito, mi KPI, la justificación y la evidencia de todo lo anterior.
¿Por qué entonces digo NO al término de “transformación digital”?
Lo hago porque la elección de estas palabras nos distrae de lo esencial. Para ilustrar este punto, les recuerdo la anécdota que les atribuye al Buda sobre señalar a la luna.
“Cuando alguien señala con su dedo la luna para mostrársela a otra persona, guiado por el dedo, esa persona debería ver la luna. Si en cambio mira el dedo y lo confunde con la luna, no sólo pierde la luna sino también el dedo. ¿Por qué? Porque confunde el dedo que señala con la luna brillante.”
¿Cuál es la relación entre la metáfora del dedo apuntando a la luna y el término transformación digital?
Lamentablemente, cuando se emplea este término, el énfasis se queda en lo “digital”. En consecuencia, nuestras acciones se enfocan prioritariamente en adquirir tecnologías y en promover su uso en el aula de clase o de capacitación. ¿Y cuál es el problema con esto? Que la tecnología se convierte en el dedo que apunta a la luna. Lo esencial, el impacto en el aprendizaje se da por sentado (como cuando compramos un juguete y asumimos que ya viene con pilas).
Si el análisis de las palabras de mayor tendencia en los buscadores de internet no sierve de algo, compare usted mismo/a la frecuencia con la que se están utilizando términos como transformación digital, innovación educativa, calidad en la educación, impacto o resultados de aprendizaje.
No es muy sexy o novedoso hablar de resultados de aprendizaje o de impacto. No obstante, quisiera invitarles a recordar que esta es nuestra luna, esta es la ambición que no debemos perder de vista por estar distraídos por nuestro dedo o los objetos luminosos que representa tecnología.
En subsiguientes artículos profundizaré sobre qué podría abarcar el término de tecnología en la educación, sobre el impacto en el aprendizaje y sobre cómo reducir las brechas entre ambas.
Si considera que esta conversación pueda ser de interés para algunos de sus colegas, le invito a compartirla.
Referencia al Buda. SHURANGAMA SUTRA –http://www.buddhism.org/Sutras/2/ShurangamaSutra.htm